martes, 2 de junio de 2015

EL SENTIMIENTO DE ETERNIDAD

EL SENTIMIENTO DE ETERNIDAD
Por: Maurice Nicoll

En el comentario anterior se dijo que el sentimiento de eternidad entra en el recuerdo de si pero no en la observación de si.

Nos observamos a nosotros mismos en el tiempo que pasa.
                      
Observamos a la personalidad que se ha formado en el tiempo que pasa mediante la acción de la vida.

Observamos los diferentes "yoes" que aparecieron en diferentes períodos del tiempo, principalmente a causa a la imitación.

La esencia no pertenece al tiempo transitorio.

No es una cosa temporal.

Al recordarse a si mismo no se recuerda la personalidad sino algo que es anterior a ella y que está en la dirección de la esencia y solo se puede alcanzar por medio de ella.

Para recordarse a si mismo en la personalidad habría que fortalecerla —es decir "esto es yo" en lugar de "esto no es yo"—.

Si se dice "yo" a la cosa equivocada se acrecienta su poder sobre uno mismo.

Entonces no puede separarse uno de ella.

La vida hace que nos identifiquemos con la personalidad.

Naturalmente, hace que nos identifiquemos con lo que ha creado ella misma en nosotros.

El trabajo se propone que dejemos de identificarnos con lo que la vida ha creado en nosotros y con lo que ahora nos está haciendo.

Recordarse a si mismo, invocar el más puro, más sutil sentimiento de "yo" en conexión con algún aspecto prominente de la personalidad equivaldría a identificarse aun más con lo que la vida ha formado en torno de la esencia.

Equivaldría a quitar la pintura con pintura.

El más puro, más sutil, más luminoso y total sentimiento de "yo" se oculta tras el múltiple sentimiento de la personalidad y su bullicio de ambiciones, ansiedades, violencia y negatividad.

En ese sentimiento de yo a que me refiero, el sentimiento de eternidad entra a cada instante de tiempo, pero en una dirección que nunca podremos hallar mientras estemos totalmente identificados con la personalidad.

Mientras la personalidad está en completa actividad, el camino permanece cerrado.

La personalidad nos dirige hacia el tiempo —hacia el tiempo transitorio— esto es, la vida.

Diagramáticamente, la dimensión de eternidad entra en ángulo recto en la dimensión de tiempo.

A medida que el sentimiento de tiempo se acrecienta por la observación de si y empezamos a tomar fotografías-tiempo de nosotros mismos —esto es, bosquejos de los "yoes" en prolongados períodos— disminuye el hipnotismo del momento presente registrado por los sentidos.

El "presente" ya no está más confinado al instante —sino que se extiende gradualmente a toda nuestra vida, a medida que se expande la conciencia—.

Empezamos, de hecho, a comprender el tiempo viviente —esto es, empezamos a comprender que nuestra vida está en la invisible dimensión del tiempo y ya no estamos más confinados en las instantáneas de tiempo registradas por nuestros sentidos—.

El pasado está viviendo en su propio presente —y está cambiando—.

¿Cómo puede cambiar?

Porque llega a nuestra conciencia.

La conciencia es luz: la luz transforma todo.

Encerrados en la prisión de nuestros sentidos no creemos en otras dimensiones que en las del espacio que nuestros sentidos nos muestran.

¿Cómo, si tan solo creemos en lo que vemos, cómo podremos alguna vez desarrollarnos?

¿Cómo podremos "tocar centros que son suprasensibles?

¿Cómo podremos experimentar un cambio de mente —la primera etapa en el desarrollo que, según lo enseñado por el esoterismo, es el significado del hombre—?

Si cree que no hay nada tras las escenas de la vida visible y que la naturaleza se ha creado a sí misma, ¿cómo puede recordarse a si mismo?

Si cree que es solamente su cuerpo visible y que deja de existir con el, ¿cómo puede recordarse a si mismo?

Cuando el trabajo dice que la esencia desciende de las estrellas dice algo que puede modificar su vida.

El origen de la esencia es perpendicular al tiempo.

Nuestro origen no está en el tiempo —en el pasado—.

Está es una idea extraña.

Pero es una idea necesaria.

Cambia la mente y ésta es la primera cosa necesaria.

Empezamos a pensar de una manera nueva —y tanto es lo que hay que pensar de una manera nueva— y regresarnos, a la propia vida, y cambiarnos.

Se puede ver la propia vida de una manera muy diferente —pero no se puede hacerlo si no se comprende que ésta está viviendo y es afectada por todo lo que ahora hacemos y comprendemos—.

Una nueva comprensión es la fuerza más poderosa que nos es dable crear en el trabajo.

Proviene de ideas nuevas.

Esta fuerza de la nueva comprensión no solo modifica el futuro sino que modifica el pasado.

El cuerpo-tiempo entero de una persona está en conexión reciproca, del mismo modo que la punta de un bastón esta conectada con la otra punta.

Basta golpearlo en cualquier punto y vibra a todo su largo.

Pero el cuerpo-tiempo no es recto.

Es un círculo, que no se cierra completamente.

Esto nos trae a la eterna recurrencia.

Se nos enseña que si no "trabajamos" sobre nosotros mismos la vida se repite exactamente como antes.

Nada se modifica.

¿Por qué?

Porque no hemos modificado cosa alguna en nosotros mismos.

¿Qué significa modificar algo en uno mismo?

Quiere decir que la esencia crece.

Si la esencia crece no atraerá la misma vida en la recurrencia.

En el trabajo el término "desarrollo" significa un nuevo crecimiento de la esencia.

Esto solo puede tener lugar si alguna manifestación de la personalidad deja de ser activa a través del poder del trabajo.

Un hombre ve, por medio de la luz del trabajo y de su comprensión del mismo, algunas manifestaciones negativas de sí mismo, digamos.

Por medio de una observación más profundizada lo ve cada vez más plenamente, extendiéndose a lo largo de su vida.

Deseando trabajar sobre sí mismo —esto es, valorando el trabajo práctico y no sentimentalmente— empieza a separarse de ello, por así decirlo, a sangre fría — deliberadamente—.

Cuando siente que está cerca de los "yoes" que lo llevan a dicho estado, a ese mal lugar psicológico en sí mismo, ya no se identifica con aquellos "yoes" negativos en el lugar en que siempre existen.

Si siente que se está acercando demasiado a ellos, se recuerda a si mismo y cuando siente el trabajo —esto es, cuando está en presencia de las inquietudes de trabajo— recuerda las observaciones que realizó antes sobre su estado negativo y los instantes de introspección que tuvo y lo que comprendió del significado del trabajo y por qué él mismo está trabajando.

De este modo fortalece su propósito.

Se ha dado el primer choque consciente y así creó nuevos hidrógenos, una nueva fuerza.

Con esa nueva fuerza que ha creado su poder de no identificarse se acrecienta.

Ahora bien, esta clase de trabajo, que va en contra de una u otra manifestación de la personalidad, produce las condiciones correctas para el crecimiento de la esencia.

Tiene lugar necesariamente una lucha en cada etapa de este crecimiento.

Si la personalidad logra la victoria no hay crecimiento alguno.

La personalidad y la voluntad de sí absorben esta fuerza y permanecen activas y la esencia nada logra y así se queda pasiva.

Por eso debemos ser tentados.

Rogamos para no caer en la tentación y ser liberados del mal, de la personalidad.

Aquí es preciso pensar individualmente.

La lucha se entabla entre lo que es irreal y lo que es real.

Pero en esta lucha tan solo la luz del trabajo —esto es, la fuerza y la iluminación que nos llegan del hombre consciente en la forma de enseñanza esotérica, tal como el trabajo que estudiamos— es la que puede separarnos de la personalidad.

Esa fuerza contrarresta la fuerza de vida. Inicia la guerra en el hombre.

Porque de otro modo la esencia no puede llegar a ser activa.

La vida hace y mantiene a la personalidad activa.

El trabajo hace que la personalidad sea pasiva mediante los métodos del cuarto camino de modo que la esencia pueda crecer y llegar a ser eventualmente más fuerte que la personalidad, así un hombre ya no es trabajado más desde el exterior —desde la vida—.

Esto significa que un nuevo hombre emerge.

Esto es lo que significa el desarrollo —no un aumento de lo que una persona es, sino una nueva persona que emerge, haciendo que lo que es ahora sea pasivo, según las líneas enseñadas tan claramente por el trabajo—.

Si la esencia crece después de haberse formado la personalidad, ya no atraerá la misma vida en la recurrencia.

Pero a menos de tener el hombre otra luz que la visible del sol, no será capaz de hacer que la personalidad sea pasiva.

No comprenderá lo que significa.

Si llegara a conocer alguna seudo-enseñanza sus esfuerzos solo acrecentaran la personalidad y el permanecerá en la rueda de la recurrencia mecánica.

Comprenderán entonces por qué un hombre dueño de un centro magnético correcto está situado en un nivel de ser mucho más elevado que los otros, por más que los que carecen de centro magnético y solo creen en sus sentidos se hayan destacado en la ciencia o en alguna otra disciplina.

El hombre en quien ha entrado el conocimiento del hombre superior, que comprende y se da cuenta de lo que es, y ve su propia nadidad, que empieza a trabajar, dicho hombre puede hacer que la personalidad se vuelva pasiva.

Esto es, el trabajo la hace pasiva si este hombre es útil.

En dicho hombre se producirá el crecimiento de la esencia.

Ya no girará más en el mismo círculo de vida.

Si el desarrollo de la esencia se realiza plenamente, si el hombre esencial crece en toda su estatura —ya no experimentará más la vida en el nivel de la tierra—.

Es el nivel llamado del sol el que exige la vida del hombre, así como la tierra y la luna.

El sol exige el organismo desarrollado —el hombre consciente—.

Así el hombre fue creado como un organismo capaz de desarrollo propio y se le dio una esencia que proviene del nivel de la galaxia estelar.

Maurice Nicoll





CADA AHORA ES ETERNO

CADA AHORA ES ETERNO
Por: Maurice Nicoll

En conexión con la observación que el sentimiento de eternidad entra en el recuerdo de si y no lo hace en la observación de si, es preciso recordar algunas de las ideas sobre el tiempo que son concomitantes a esta enseñanza.

Hay tres dimensiones visibles y accesibles y tres dimensiones invisibles y por lo común inaccesibles.

Desde este punto de vista el mundo real tiene seis dimensiones.
        
Debido a nuestros limitados sentidos solo conocemos un mundo de tres dimensiones que se mueve en el tiempo y este es el mundo que consideramos real —esto es, como la realidad, como todo lo que es o puede ser.

Fundamos nuestros pensamientos en este visible y tridimensional mundo que se mueve en el tiempo.

Esto es, nuestra manera de pensar se modela sobre esta realidad que es evidente a nuestros limitados sentidos.

Es, sin embargo, menester que cambiemos nuestra manera de pensar si nuestra meta es el desarrollo en el nivel de ser o el acrecentamiento de conciencia.

Esta enseñanza, como tantas veces se subrayo, se propone hacernos pensar de una manera nueva.

Permítame que le pregunte: ¿ha empezado ya a pensar de una nueva manera por medio de su contacto con las ideas del trabajo?

Para que esto sea posible es preciso que las nuevas ideas cambien la mente, por cuyo medio se establecen nuevas conexiones que hasta ahora no fueron usadas.

De este modo realidades nuevas y más amplias de la mente aparecen más allá de las estrechas realidades suministradas por los sentidos, con un correspondiente acrecentamiento de conciencia.

Para decirlo en pocas palabras, se percibe más de lo que se percibía antes, y esto en muchas direcciones insólitas.

No solo el alcance y la aprehensión de la mente se acrecientan, sino también la percepción de si.

Por ejemplo, oír decir que esta dormido y es mecánico y que no se conoce a si mismo son nuevas ideas.

Cuando se lo aplica en la practica, por medio de la observación de si, estas nuevas ideas establecen numerosas nuevas conexiones en la mente, de hecho, hasta tal punto que toda la concepción y sentir de uno mismo empieza a cambiar y un nuevo si se hace perceptible, oculto y a alguna distancia tras lo que hasta ahora creíamos que era la sola forma posible de ser uno mismo.

Ocupémonos de esta cuestión en lo tocante a las dimensiones.

La cuarta dimensión es la del tiempo.

No vemos el tiempo ni nos vemos en el tiempo.

No vemos los tiempo-cuerpos de nosotros mismos o de las cosas.

Creemos que el pasado esta muerto.

nuestra vida es una línea viviente en un tiempo viviente.

Debido a nuestra relación con el tiempo, solo vemos un punto en el tiempo y luego otro y así sucesivamente, y los denominamos momentos presentes.

Nótese que nuestros cinco sentidos solo trabajan en el momento presente, solo registran el momento presente —ni el pasado ni el futuro—.

Discernirlo claramente es un punto de partida, según mi parecer, para ser capaz de comprender algo sobre las dimensiones que están más allá de los sentidos.

¿Acaso se da cuenta claramente que solo puede ver o tomar o saborear una manzana en el momento presente?

No lo puede hacer hace un rato o dentro de un rato —esto es, en el pasado o en el futuro—.

Así se ve limitado a esa cosa dudosa llamada el momento presente, y todo lo demás lo llamamos pasado o futuro y lo contemplamos como si careciera de existencia real.

Así limitamos toda existencia posible al momento presente e imaginamos que Dios solo existe en el.

Esto es llamado en esta enseñanza, empero, un corte transversal del tiempo.

Sin embargo nunca estamos en contacto con ese huidizo momento presente dentro del cual confinamos toda nuestra existencia.

Es real —empero es dudoso— no a los sentidos sino a la conciencia.

Nuestros sentidos nos ponen en relación con el momento presente pero nuestra conciencia no lo hace.

No somos conscientes en este presente momento de los sentidos.

Es demasiado pequeño y demasiado rápido para tener propiamente conciencia de el.

Nuestra conciencia, que trabaja por encima de los sentidos, es una cosa confusa y mezclada, compuesta de pasado, presente y futuro anticipado.

Por medio de la memoria y de la imaginación tendemos a vivir detrás o adelante del momento presente y no podemos estar dentro de el.

Por eso nunca estamos realmente en el mundo externo tal como lo registran los sentidos.

Traducen las cosas por así decir como una sucesión de fotografías que se suceden en rápido movimiento, como un film.

Sin embargo, por más extraño que parezca, cada momento presente es eterno.

El momento presente esta a la vez en el tiempo y en la eternidad.

Es el lugar de encuentro del tiempo y de la eternidad.

La eternidad penetra en cada momento presente en el tiempo en movimiento, en ángulo recto con el.

Es por eso que, a veces, en un estado de recuerdo de si —esto es, en el tercer estado de conciencia— sentimos la eternidad.

Es por la misma razón que algunas cosas que están en el pasado se destacan fuera del tiempo —a veces una cosa trivial—.

Esto se debe a que en cualquier momento, en cualquier momento ordinario de tranquilidad que no tiene nada que lo singularice de los otros, penetra la dimensión de eternidad y por casualidad tenemos conciencia de ello.

La relación del tiempo con la eternidad es representada primero por el diagrama:

La línea horizontal representa el tiempo —la cuarta dimensión—.

Las líneas verticales representan la quinta dimensión que entra perpendicularmente en todo momento en cada parte del tiempo.

o, más sencillamente, el tiempo y la eternidad pueden ser representados por la cruz:

El hombre esta a la vez en el tiempo y en la eternidad.

La eternidad es perpendicular al tiempo —y esta es la dirección del recuerdo de si— el sentir que se tiene de uno mismo ahora.

Cada ahora es eterno.

Para recordarse a si mismo el sentimiento de ahora debe entrar —yo aquí ahora - yo mismo ahora— yo distinto del pasado o del futuro —la ahoridad de yo mismo - yo ahora.

Y si el acto tiene éxito conocerá por si mismo que la eternidad esta siempre en el ahora y puede ser experimentada como un sabor diferente del tiempo.

Es de advertir que ya no hablo más del momento presente registrado por los sentidos, sino de ahora, de esta experiencia interna que puede dar en realidad el recuerdo de si.

El "yo" real esta en la eternidad —no en el tiempo—.

El recuerdo de si esta fuera del tiempo y la personalidad.

No es de sorprender que el recuerdo de si puede suscitar un sentimiento enteramente diferente, que el que nos procura nuestra relación con el apresurado, ansioso tiempo.

La esencia, por ser eterna, carece del sentimiento de personalidad que solo esta en el tiempo.

Pensar desde el tiempo no produce un verdadero sentimiento de uno mismo, o más bien da un sentimiento equivocado —nuestro sentimiento habitual de nosotros mismos—.

Este es nuestro habitual sentido de nosotros mismos.

No cuesta nada darse cuenta de cuan incompleto es.

¿Por qué las gentes actúan como lo hacen?

Porque no se sienten a si mismas correctamente.

Ya sabemos que el trabajo enseña que fuimos creados como un experimento —como organismos capaces de desarrollo propio— y por lo tanto comprendemos por qué nos sentimos incompletos y por que un hombre, moldeado únicamente por la vida —esto es, que solo tiene su adquirida personalidad activa— ha de sentirse siempre incompleto, inacabado, y así internamente impotente.

No es la fuerza de vida la que esta en el tiempo, la que es capaz de hacer que la personalidad sea pasiva —¿cómo podría serlo, cuando es la fuerza que lo hizo?—.

Solo otra fuerza proveniente de otra dirección puede hacer que la personalidad sea pasiva y alimentar a la esencia —la parte eterna en nosotros—.

Entonces se comienza a ver que toda la enseñanza esotérica debe tener la calidad de eternidad, y siendo así desarrollar la esencia, que es eterna.

A lo largo de todo el tiempo, a lo largo de todas las edades, la enseñanza esotérica sigue siendo la misma.

Siempre dice las mismas cosas.

Siempre enseña las mismas cosas.

Esta por encima del tiempo y cambia.

Es la eternidad en el tiempo —y así habla siempre de la vida eterna—.

Retornando a nuestro tema: la cuarta dimensión del tiempo contiene nuestra vida entera.

La experimentamos un instante tras otro.

Anda de prisa y es siempre detenida por el sentimiento de ahora.

Si nuestra vida se extendiera en esa dimensión, inaccesible a nuestros sentidos, esta toda allí —en esa invisible dimensión—.

Por esta razón todo lo que hacemos ahora afecta tanto el pasado como el futuro de nuestra vida.

El acto de no identificación hecho ahora influye tanto su pasado como su futuro.

Las relaciones que tuvo con las gentes en el pasado cambiaran, por medio del trabajo sobre si realizado ahora.

No solo cambiara su propio pasado, sino posiblemente el de aquellas gentes.

Como esto es muy difícil de captar regresare al comienzo de este comentario donde se dijo que para cambiar nuestro ser y acrecentar la conciencia necesitábamos nuevas ideas además de las que nos procuran nuestros sentidos.

Se dijo sucintamente que mientras nuestro pensar solo se base en la evidencia de los sentidos, la mente no puede pensar diferentemente y no se pueden establecer nuevas conexiones.

Me dirán que el pasado esta muerto, acabado, terminado —tan solo porque no es registrado por nuestros sentidos—.

Si lo hicieran, pensaría de un modo muy diferente, pero como no lo hacen, dirá que la idea que la vida pasada existe en realidad es un disparate.

Esto es lo que es.

Es un "disparate", porque los sentidos externos no la registran, puesto que solo pueden registrar el momento de tiempo llamado el presente.

Las dimensiones superiores no son realidades para los sentidos externos, sino que lo son para los sentidos internos.

Por ejemplo, mi vida entera puede ser vista internamente en cierto estado de conciencia.

¿Por que?

Porque esta allí.

¿Dónde?

En el Tiempo.

¿Y mi futuro?

Esta también allí, en la dimensión que experimentamos como tiempo a través del cual nos movemos.

Entonces, ¿estoy predestinado?

Si y No, porque hay muchas líneas paralelas de tiempo semejantes a alambres telegráficos y se puede estar en uno u otro según el propio estado interior.

Si goza de sus emociones negativas seguirá una línea, y la más baja.

Elevándose en movimiento vertical uno se eleva y sigue otra línea paralela por medio de la no identificación y por medio del recuerdo de si —en suma, mediante el trabajo— que entra perpendicularmente en el tiempo y así esta siempre verticalmente por encima de usted, sea cual fuere la línea que sigue, y nunca en el futuro, porque el futuro esta en el tiempo horizontal.

Se podría hablar del futuro vertical, empero, para distinguirlo del futuro horizontal.

Si el Ser se desarrolla, la dirección que sigue es vertical.

Se ve la propia vida diferentemente.

El Ser superior esta por encima del Ser inferior.

En ese momento puede acompañar los "yoes" que están por debajo de usted o los que están por encima.

Puede estropear silenciosamente algo en usted o puede no hacerlo.

Puede decirse algo o puede no decirlo.

Todo permanecerá en el cuerpo-tiempo, pero en diferentes niveles, según su calidad.

Toda la vida esta allí —en el cuerpo-tiempo—.

Pero trabajando ahora, las cosas pueden ser cambiadas en el pasado y el cuerpo-tiempo puede ser conectado de una manera diferente —así como se pueden anudar trozos de una cuerda larga y flexible para acortarlo, y alargar otros—.

Cuando sentimos que todo el pasado esta allí y viviendo en la dimensión del tiempo viviente, nuestro sentido de nosotros mismos se modifica.

Por cierto, la modificación es muy grande, al comprender primero que el tiempo que pasa-no revoca nada y segundo que ahora se pueden cambiar las cosas en el pasado —no por medio de inútiles remordimientos, sino por un activo trabajo sobre nosotros mismos—.

No estamos conectados a un pasado muerto sino a un pasado viviente.

Cada acto de trabajo vibra a través de todo el cuerpo-tiempo y modifica las cosas en el.

Puedo actuar ahora sobre mi pasado.

Puede cambiar mi conducta de hace treinta años.

Más tarde, hablaremos sobre la recurrencia, sobre el volver a entrar una vez más en nuestra vida y hallar quizá que algunas cosas fueron cambiadas, para que así podamos despertar más temprano.

Maurice Nicoll




EL AHORA

EL AHORA
Por: Maurice Nicoll

En todos los problemas conectados con el espacio superior se hace necesario pensar en dos sentidos, tener un pensamiento doble

En la espiral de nuestras vidas podemos girar incesantemente en un círculo, en la recurrencia.

Todo cuanto es posible, todo cuanto es potencia, permanecerá sin cumplirse.

Existe pero no existe —para nosotros.

Existe el ya ser de todas las cosas en el espacio superior, y la falta de un cumplimiento individual de este ya-ser en uno mismo.

Ahí está el camino, pero nosotros no lo recorremos necesariamente, sino que nos ponemos a dar vueltas y vueltas en torno al mismo punto, sin poder huir del círculo de nuestras asociaciones y reacciones habituales.

Bajo nosotros, yace lo que ya somos, lo que ya hemos hecho antes.

Bajo nosotros, tras de nosotros, yace la rendición pasiva a las cosas, la inercia del pasado, los hábitos de los años, y la mente pasiva y sensual —la mente de los sentidos— con su creencia única en las apariencias y en el tiempo que pasa.

Y así nos hallamos entre dos fuerzas opuestas en cualquier punto de nuestra vida, la fuerza de lo cumplido y la fuerza de lo no cumplido, lo que somos y lo que hemos sido, y lo que aún podemos ser está ahí, ya es, como un sentimiento de descontento, falto de plenitud.

Yace a lo largo de un camino no hollado y que tan sólo la mente activa puede encontrar.

Y siempre encontramos que hay un problema oculto en el centro mismo del corazón del hombre, un problema capaz de tantas interpretaciones y formulaciones inadecuadas.

Visto desde un ángulo, a fin de poder seguir adelante, el hombre ha de sobreponerse a la inter­pretación sensual de la vida que alimenta la mente pasiva y que pesa el pasado en demasía.

El hombre puede únicamente relacionarse a las nue­vas fuerzas que provienen de aquello que aún no ha cumplido, viendo las cosas diferentemente, allegándose a las ideas que tienen un poder transformador y que únicamente pueden comprobarse por medio de la propia experiencia, y nunca por las pruebas externas, por una ape­lación al mundo exterior de los sentidos.

Desde este punto de vista, el mundo en que realmente vivimos no es el mundo fenoménico, sino el mundo psicológico, en el que hay un pasado psicológico y un futuro psicológico.

Acá el tiempo pasa a ser psicología.

Tenemos aquello que yace atrás o por debajo de nosotros, y aquello que yace ante o por encima de nosotros, psicológicamente.

Lo que yace por encima de nosotros no se encuentra en el futuro del tiempo que pasa.

La mera extensión de los días no nos lo traerá porque po­demos permanecer, psicológicamente, en la misma parte del mundo psi­cológico para el resto de nuestras vidas si es que continuamos siempre pensando de la misma manera y obrando con la misma complacencia.

Entonces el tiempo pasará, pero psicológicamente, nosotros permanece­remos estacionarios girando siempre en el mismo círculo del espacio interior con debilitante placer.

Nuestro verdadero futuro yace en nuestro propio crecimiento interior, y este futuro puede estar solamente en lo que ya es, tal como el Polo Norte ya es lo que es, y forma parte de la existencia de alguna persona, pero que, para mí, permanece como una posible ex­periencia en el ya ser del espacio conocido.

Pero si únicamente pienso en el mundo que registran mis sentidos, y confundo el crecimiento con el paso del tiempo, jamás podré entender en qué dirección yace mi propio y posible crecimiento interior.

Siempre lo veré fuera de mí, en la actividad externa y en la dirección del 'mañana'.

Y para mí permanecerá siempre incomprensible la idea de que no estoy siempre y necesariamente en alguna parte del espacio visible, sino también, siempre y necesariamente, en alguna parte del espacio invisible.

¿Pero es que no nos hallamos siem­pre en dos lugares: en el espacio tri-dimensional y conocido, y en el espacio interior, en el mundo 'material' y en el mundo 'espiritual'?

Ahora estoy aquí, en esta calle, en esta casa, en este momento; tam­bién estoy aquí (en el mundo psicológico) en este estado, en este modo en esta reacción, en este sentimiento; y en este punto también estoy en la espiral de las vidas, en el océano de la existencia.

Si me diese plena cuenta de esto, me daría plena cuenta de que lo que hago ahora es lo único importante.

Pues al darse cuenta de estos dos aquí juntos es darse cuenta de algo del ahora en el que se detiene el tiempo.

Y si puedo co­menzar a lograr el ahora una vez, me daré cuenta de que cada expe­riencia de él penetra y recuerda todas las demás experiencias de una manera que nada tiene que ver con la secuencia o las fechas del tiempo que pasa.

Pues todos los momentos de comprensión yacen estrechamente juntos.
        
Al darme cuenta del ahora, percibo algo que no se muda, algo que es, a la vez, un espectador de mí mismo y que es, verdaderamente, yo mismo en relación al cual todas mis angustias temporales y todos mis problemas se achican.

Solamente entonces podré decir aquellas palabras tan difícil de decir correctamente, y que siempre se utilizan de un modo tan errado:

'nada tiene importancia'.

Pues entonces signi­ficará que tiene importancia salvo este sentimiento de ¡ahora!

Y esto se debe a que en presencia de los significados superiores, todos los sig­nificados inferiores que llenan nuestra mente ordinaria hasta colmarla, se encogen hasta llegar a su verdadera proporción y dejan de robarnos.

Pues en la presencia de significados superiores nos vemos redimidos de todo lo pequeño, trivial y absurdo; y a menos que hubiesen significados superiores, los hombres no tendrían nada que hacer; no tendrían ni meta, ni propósito, ni dirección, salvo aquella que proporcionan los sen­tidos externos.

Parte del mundo total yace fuera de nosotros; el resto se encuen­tra dentro de nosotros.

Ahí donde termina el mundo visible, ahí comienza el hombre invisible.

Ahí donde termina el mundo manifestado, que nos es común a todos como una experiencia sensorial inmediata, ahí comienza el mundo inmanifestado, y comienza individualmente para cada cual.

Y en aquel punto, en el hombre, donde se encuentran estos dos aspectos del mundo total, es donde penetra el fenómeno del tiempo que pasa.

Los grados superiores e invisibles del mundo están en nosotros; y fuera de nosotros, en las experiencias que compartimos con los demás, están sus grados inferiores y visibles.

Por fuera tene­mos la verdad exterior; por dentro, la verdad interior y entre ambas hacen un todo, hacen el mundo.

Y como verdad interior, en la supo­sición de que yo pueda experimentar cierto grado de ella, la veo y ob­tengo su demostración dentro de mí, individualmente.

No puedo mos­trarla ni demostrarla a los demás, sea lo que fuera que de ella yo discierna en mi espíritu, pues está dentro, como lo están el cielo y el in­fierno.

Únicamente puedo advertir la evidencia, en literatura y otras formas, de que otros pudieron a su vez discernir las mismas cosas.

Maurice Nicoll



EL TIEMPO VIVO

EL TIEMPO VIVO
Por: Maurice Nicoll

La actitud que asumimos al ver el mundo en el tiempo, trae consigo un nuevo sentido del ambiente.

Esto corresponde a algo innato en el alma.

Nuestra vida nos rodea.

No yace únicamente en el mañana; no pasa.

No precisamos poner este sentido del ambiente en algún 'des­pués' futuro para satisfacer el alma.

Trabajamos en el campo permanente de nuestra propia vida.

Y también trabajamos en el inmenso y común campo del tiempo vivo, del que habitamos sólo una pequeña porción.

Son únicamente nuestros sentidos los que lo convierten todo en tiempo que pasa, en muerte y destrucción.

En la literatura, en la arquitectura, en el arte encontramos algunas señales que provienen de otras partes del tiempo vivo.

Aquello que leemos y que proviene de aquellas partes que nos rodean, pertenece al mundo vivo.

¿Podemos, entonces, pensar que hemos superado aque­llas ideas que nos llegan de lo que nosotros consideramos como un pasado muerto?

No; pues toda la historia es un hoy día vivo.

Todo el pensamiento se encuentra en el hoy día de la humanidad.

A través de toda su extensión en el tiempo la humanidad está pensando.

Situados en algún punto de este inmenso círculo de la humanidad, siempre pre­sente bajo el ojo de lo Eterno, nosotros, los así llamados modernos, esta­mos ahora presenciando un ángulo de la totalidad, una sección del mundo, un radio de la verdad.

Este pequeño hoy día de nosotros, y que tomamos como la cima del progreso, es una fracción del Hoy Día en sí.

Pero a menos que el tiempo que pasa se desprenda de nosotros, nun­ca lo podremos comprender.

Ha de cambiar el sentido del tiempo.

He­mos de aprender a pensar más allá del tiempo, fuera del tiempo, y a menos que dudemos de nuestra existencia temporal, a menos que co­mencemos a pensar de una manera diferente acerca de todas las cosas, y a menos que demos UNA INTERPRETACIÓN COMPLETAMENTE NUEVA A NUESTRAS VIDAS, no podremos cambiar nuestro punto de vista, que es EL PUNTO DE VISTA DE LA ILUSIÓN.

Pensar acerca del Tiempo en si nos acerca un poco más al sentido y significado de la Eternidad.

Cesa el movimiento avasalla­dor del tiempo que pasa.

Y de una dirección indefinible, intermitentemente, viene hacia nosotros el sentido del ahora.

Cambia el sentimiento de la vida.

Cambia la dirección de nuestros esfuerzos.

Cambia la valorización de todas nuestras experiencias.

Percibimos aquello de lo que debemos huir, ese insensato círculo de nuestras reacciones.

Y al percatarnos de que el punto de vista puramente temporal no nos da nada, o bien que nos arre­bata inmediatamente lo que nos da, nos percatamos de la inexpresable gracia que es trascender la enorme ilusión de los sentidos.

Entonces co­mienzan a llegarnos NUEVAS EMOCIONES que no podían habernos llegado de ninguna otra manera.

Comienza una nueva acción de la mente, una nue­va manera de pensar acerca de todas las cosas, en términos de toda la vida y de ahora.

El Tiempo aparece por encima del espacio, y por encima del cons­tante Mundo del Tiempo aparece el constante Mundo de todas las posibilidades, que es el Mundo de lo Eterno.

Este nuevo sentido del ambiente es lo que produce la integración de la vida.

El mero sentido del tiempo que pasa va contra el.

Porque en relación al tiempo que pasa, 'cada uno de nosotros está hecho de diez mil estados sucesivos y diferentes, una derrumbe de unidades, una mul­titud de individuos'. (Plutarco).

Bajo la ilusión del tiempo que pasa no podremos tener unidad.

Ser es tener el sentido permanente de alguna otra cosa.

Y como lo dice Plutarco, en el tiempo que pasa no hay nin­gún ahora.

'Pues estrechamos el ahora en el futuro o en el pasado, como si debiésemos tratar de ver un punto que necesariamente corre a la derecha o a la izquierda'.

No puede haber ninguna unidad sin el sentido de lo invisible, no puede haber integración, no puede haber nada sino una serie de estados sucesivos, el siempre cambiante caleidoscopio de los pequeños 'yoes'.

Para la integración se precisan ideas que detengan el tiempo, y estas ideas deben alimentarse continuamente.

Tan sólo a tra­vés de tales y tan particulares esfuerzos es que podremos darnos cuenta de nuestra propia invisibilidad; tan sólo así, de este modo, pueden lle­garnos semejantes ideas y nutrirnos.

Sin este esfuerzo CAEMOS a cada instante, quedamos “postrados y sin vida”, en la abrumadora corriente del tiempo y de los acontecimientos, y en el círculo de nuestras reacciones.

Pues a cada instante podemos hundirnos en nuestro estado habitual de conciencia donde no hay posibilidad alguna de integración, y en el que, de cierto, somos y no podemos ser sino una división de innumerables y contradictorias partes que continuamente nos roban de nosotros mismos.

Entonces quedamos “dormidos” en las apariencias, perdidos para nosotros mismos, pues el sentido de lo que somos deriva únicamente de la siempre mudable respuesta al revoloteo de las apariencias.

Entonces es cuando todos los acontecimientos nos arrastran en pos de ellos.

CADA ACONTECI­MIENTO vampiriza nuestras energías, y las consume.

La vida nos arrastra, hacia arriba y luego hacia abajo.

Y la ilusión del tiempo que pasa, y el únicamente pensar en términos de tiempo, nos hace fijar la vista siempre en un mañana que no llega nunca, pues ¡siempre será mañana!

De modo que vivimos delante de nosotros mismos, tensos, en el tiempo, y jamás estamos acá.

Jamás estamos en el lugar donde verdaderamente estamos, el único lugar donde puede ocurrir algo real y ahora.

Si dos personas se encontrasen en este lugar, en verdad se encon­trarían.

Se conocerían la una a la otra.

Pero en el tiempo que pasa no podemos conocernos.

Nuestros cuerpos se codean, pero no tenemos tiem­po de conocernos los unos a los otros, ni tenemos tiempo para conocernos a nosotros mismos, pues sólo podemos encontrarnos en el ahora.

Todo lo demás no es sino teoría, fantasía.

El misterio del tiempo yace en nosotros mismos.

Podemos luchar para despertar a un nuevo sentido del tiempo y a un nuevo sentido de nosotros mismos.

Podemos luchar y de este modo llegar más allá de lo que ya somos, y de lo que creemos ya saber.

Pero en toda lucha de esta naturaleza nos daremos cuenta de que el misterio es uno mismo, que todo está en uno mismo, en aquello que uno toma como si fuera uno mismo.

El océano místico de la existencia no ha de cruzarse como si estuviese o fuese algo de nosotros

Está en uno mismo.

El hombre con seguridad que podrá darse cuenta de que es algo invisible en él.

Y cuan­do verdaderamente palpe el ahora se dará cuenta de que todas sus vi­das, las que ha vivido y las no vividas se juntan aquí, más allá de todas las condiciones del tiempo que pasa, y que lleva en sí todo cuanto nece­sita para sobreponerse a sus problemas más difíciles; que yace en este ahora el cual, si no consigue descubrirlo, quedará reemplazado siempre por la corriente del tiempo que pasa.

Al darse cuenta de lo que puede significar el asir el ahora, captará una vislumbre del significado de aque­lla extraña frase en la Sabiduría de Salomón:

'El, perfecto en poco tiempo, colmó un largo tiempo'.

Maurice Nicoll